Como la sensación de querer estallar como una bomba
cada vez que mis manos intranquilas tocan tu piel.
Navegando por tu cuerpo como barco a la deriva
sin norte, sin rumbo, sin mapa, ni estrellas,
ni orden establecido en mi viaje de expugnación.
No hay terremoto que provoque en ti
tantos temblores como los que surgen del
recorrido que realizo por toda tu piel.
No basta viento, ni frío, aunque vengan de los polos
que controlen esas llamas en estado de explosión.
Sabes que soy el navegante que conoce cada metro,
cada parte de tu ser, el navegante de tu vida,
que sabe donde están, los puntos que provocan
tan constante erupción.
Supuestamente ecologista, pero en esta caso la excepción,
me gusta ser la causa, que desborda en ti
el manantial del climax de entre tus piernas,
ese mismo que brota las lavas de pasión.
Cuerpo abajo van cayendo, entre las dos montañas
de tus senos, algunas gotas de sudor,
esas mismas que complementan,
ese cuerpo tan hermoso y brillante como el sol.
Mi lengua es el tornado que explora con ternura
esos lugares tan inhóspitos de toda tu figura.
Entré en el bosque húmedo de tu ser,
sí ese mismo, en el que siempre soné.
El volcán de entre tus piernas va a ser erupción
No hay mayor sensación de verte
disfrutar cada segundo en frenesí,
que conduce a ese viaje a las estrellas,
estando con los pies en la tierra.
El largo y extenso gemido trae la noticia
de tan regocijo final, se ha cumplido
la promesa de esos orgasmos incontrolados,
que sacian tu cuerpo y lo dejan cansado.
No me culpes de ser la causa que constantemente
desata en ti, el volcán del deseo de la locura despiadada
que conlleva a la erupción.
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